El Ejército mexicano pelea contra la Autodefensa mientras "el Narco" sigue campando a sus anchas: El País
En varias zonas del territorio mexicano los narcos controlan la justicia a su antojo; roban, matan, secuestran y extorsionan a la gente pidiéndoles dinero a cambio de seguridad. "La policía nunca actuó contra ellos. Por eso se formaron los grupos de autodefensa. Tomaron las armas, les plantaron cara y hoy les mantienen a raya", cuenta el periodista Bernardo Torres de la Agencia de Noticias Guerrero. Así de sencillo lo ven los habitantes de los pueblos guerrerenses vigilados por los comunitarios como Huamuxtitlán (al noroeste del estado), Tixtla (en el centro de Guerrero), Olinalá (región de la Montaña) y Ayutla de los Libres (región de Costa Rica). Según cifras de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), formada en 1995, la delincuencia ha disminuido un 90% desde que ellos cuidan de la zona. Sin embargo no todo es paz y tranquilidad en estos lugares. Desde hace meses los comuneros mantienen continuos enfrentamientos contra la policía y el ejército. "No recomendaría a nadie venir por aquí. Esto se está poniendo canijo (peligroso)", reconoce una fuente del Gobierno de Guerrero que prefiere no identificarse.
"Yo no le tengo miedo a los sicarios o a la delincuencia organizada, yo le tengo miedo al Gobierno, que el Gobierno me desaparezca (…) son los que nos están atacando". Estas palabras (reproducidas por la webCaminante TV) de la líder comunitaria de Olinalá, Nestora Salgado, definen por sí mismas el recelo mutuo entre las autoridades y los grupos de autodefensa indígenas. El pasado 22 de agosto cientos de militares llegaron a la comunidad de El Paraíso, en el municipio de Ayutla los Libres y detuvieron a 20 comunitarios. Entre ellos estaba la citada Nestora Salgado, que el día 27 fue acusada del secuestro de seis personas y encarcelada por la Fiscalía.
En el video del asalto, la Agencia de Noticias de Guerrero captó a uno de los comunitarios portando una subametralladora G36 de fabricación alemana (un arma potente que se usaba en Afganistán y que es ilegal en México). ¿De dónde lo sacaron? Fuentes policiales piensan que probablemente los mismos narcos se las vendieron.
El gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre Rivero, amenaza con imponer un decreto para acabar con las autodefensas. Por su parte, el líder de los comunitarios de Tixtla, Gonzalo Molina, amenazó con incrementar los ataques si no se libera a sus compañeros: "El Gobierno ha secuestrado a Nestora Salgado y pensamos que la están torturando y que por eso no la quieren presentar ante los medios".
Para los partidarios de las autodefensas indígenas es natural que la gente se organice contra la violencia de los narcos y la negligencia policial. Para otros, como el periodista Sergio González Rodríguez (cronista y autor de libros como Huesos en el desierto, 2004) el tema es más complejo: "En este tema confluyen tres inercias: Una, la falta sistemática de respeto a los derechos humanos por parte de las fuerzas armadas. Dos, el poder corruptor de los cárteles de las drogas. Y tres, la ideología contra-institucional afín al comunismo revolucionario. El surgimiento de las 'auto-defensas comunitarias' representa una vertiente de la paramilitarización regional que delata la crisis del sistema político".
Varios habitantes de Guerrero consultados por EL PAÍS aseguran que la situación se está tornando insostenible desde hace varios meses. Incluso las ONGs tienen problemas para entrar a los municipios a entregar ayuda humanitaria. "Hay que pasar varios retenes de gente armada donde te monitorean y te hacen todo tipo de preguntas. No voy a volver hasta que esto se calme, porque no quiero exponer al peligro a mis voluntarios", cuenta un miembro de una organización encargada de llevar comida y ropa a los niños de Ayutla. Los miembros de la CRAC tampoco se prestan a hacer declaraciones a periodistas desconocidos: "Ciertamente el gobierno está reprimiendo a varios compañeros inocentes que brindan seguridad a su población y a su familia", dice un comunitario que responde al teléfono. Después cuelga.
Jorge García, asesor del ayuntamiento de Tixtla, reconoce que desde el principio la gente apoyaba a las autodefensas, "pero con este tipo de comportamientos solo causan pánico y caos, justamente lo que pretenden combatir. ¡No se dan cuenta de que estamos en el mismo bando!". Según Bernardo Torres, periodista de Chilpancingo, a pesar de todo, la gente sigue apoyando a los comunitarios: "Es la primera vez que cometen un exceso así. Y además se trata de un grupo que no está bajo el control de la CRAC. Como va acabar no lo sé, solo sé que la gente está dispuesta a todo para defender su libertad, ya no confían en autoridades".Varios habitantes de Guerrero consultados por EL PAÍS aseguran que la situación se está tornando insostenible desde hace varios meses. Incluso las ONGs tienen problemas para entrar a los municipios a entregar ayuda humanitaria. "Hay que pasar varios retenes de gente armada donde te monitorean y te hacen todo tipo de preguntas. No voy a volver hasta que esto se calme, porque no quiero exponer al peligro a mis voluntarios", cuenta un miembro de una organización encargada de llevar comida y ropa a los niños de Ayutla. Los miembros de la CRAC tampoco se prestan a hacer declaraciones a periodistas desconocidos: "Ciertamente el gobierno está reprimiendo a varios compañeros inocentes que brindan seguridad a su población y a su familia", dice un comunitario que responde al teléfono. Después cuelga.
Tras la humillación de los policías en Tixtla, el ejército pasó al contraataque. El 27 de agosto en el municipio guerrerense de Cruz Grande, cientos de militares llegaron con tanquetas y furgones y acorralaron y desarmaron a un centenar de comunitarios. En esa ocasión, según muestran las imágenes de AFP y el video de Milenio, los soldados uniformados de camuflaje forcejearon con los comunitarios a golpes, pero sin tiros. Los mismos empujones y aspavientos de patio de colegio que en el asalto de Tixtla, la misma forma torpe y casi infantil de ganar una pelea sin matarse en el intento. Mientras, el enemigo común -el narco- sigue campando a sus anchas. Y con ellos no sirven los empujones ni los puñetazos.(El País)
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