Larga tarde de borregos, puro desgaste y desgano en el ruedo
Fotoarte Luis de la Fuente La Razón
Tarde fría y soleada la de la décimaoctava del serial mayor. La ganadería guanajuatense de Marrón hastió más que los herederos de leyendas ya insuperables. El cartel presentaba nombres, pero el hierro no conoció bravura. Los tendidos se acabaron merendando al ganadero y los matadores erraron lomo a lomo con la espada.
Francisco Rivera Ordóñez Paquirri, de un azul eléctrico y adornos dorados, la pesadumbre. Manchadito, corto rebrincón, bajo negro bragado, guantero lucero de 526 kilogramos, con cierta fijeza que acaso fue picado. Del segundo tercio, el viejo rehiletero Javier Escalante fue malherido, y Manuel Padilla eternizó pesadamente esa parte.
Rivera Ordóñez se lo complicó todo, pinchando en tres ocasiones y maldescabellando sin ser amonestado a un toro parado. El listón Deseado, otro cárdeno de 485 de fuerza fue recibido de hinojos por un Paquirri más cansado que porfiado, e hizo menos de lo que pudo, frente a un burel que perdía las manos a cada paso, sin gas.
Diego Silveti, piedra verde, deshabrido como su palo de rosa. Oye Poco, suelto azabache de 490 kilos, no jugó ni un poco en las chicuelinas de su matador, con los aretes fue peor y ya con la muleta estuvo bien con las citas de largo del principio, tan suaves como la embestida del bicho, y acabó quedándose en la búsqueda de algo que el toro no tenía, pinchando en hueso en incontables ocasiones, recogiendo dos avisos.
Rebrincón de una brusquedad innoble el ojo de perdiz, Caleño, de pasado el medio tonelaje, el sexto cárdeno más claro de todo el encierro, imprimió emoción en el quite por caleseras después de su caricia de varas.
Tuvo una gran tanda estatuaria al principio del tercio muleteril, pero un defecto en las patas traseras lo arrastró por la arena y concluyó con media estocada trasera y tendida. Silveti picoteó con el descabello y se fue de la temporada con otro aviso.
Para Fermín Espinosa, Armillita IV, marfil y oro, el deslucimiento absoluto. Hércules, desrazado cárdeno jirón de 488 kilogramos de peso, entró con fuerza a la vara de Carlos Olivares, pero con la cara bien arriba y con trabajó pasó del segundo tercio. Sin trayecto, el toro se convirtió en una estatua sin importancia; Deletreando, le acomodó la toledana tendidamente.
Ya con la noche encima, Armillita IV toreó al séptimo bostezo de los Marrón, el entrepelado Pensamiento, que comenzó derribando al caballo de Conrado García, pasó sin pena por los aretes, para rodar por el pandero, sin poder, arreando medias embestidas, todo desacompasado.
Juan Pablo Llaguno, guarda y oro, con ánimos en las manos, sin toros, pasó de la gloria con su muletita. Cárdeno claro entrepelado de media tonelada exacta, Chafik fue la primera suerte del novillero triunfador, Llaguno.
Salió con ciertas cualidades que acabaron convirtiéndose en un infierno de músculo manso. Murió con media estocada y sin peligro.
Sin excepción ante la serenidad obtusa, Chaparrón, último cárdeno ojo de perdiz le pegó a Efrén Acosta con sus 485 kilos de riñón y recibió con nobleza las chicuelinas de su joven matador.
Sangrando bien, igual se deshizo en la arena el toro, sintiendo el mando, ligado bien al final de las tandas, con molinete, bien ajustado siempre, pinchando también sin parar. La plaza cerró plena de avisos.
Triunfa Zotoluco en corrida de Carnaval
Eulalio López Zotoluco y Juan Pablo Sánchez salieron a hombros por la puerta grande en la segunda corrida del Carnaval de Autlán de la Grana con un buen encierro de la ganadería de Begoña.
Juan Pablo cortó cuatro orejas en dos faenas, en las que dejó muletazos de buen trazo y, una vez más, volvió a destacar por su temple.
El primero en tocar pelo fue Zotoluco, quien mostró su oficio y capacidad y logró pasear un trofeo de cada uno de sus toros.
Completaron el cartel Ignacio Garibay, que suplió al lesionado Sebastián Castella, y el rejoneador Sebastián Torre, que abrió plaza. Garibay se mostró entregado, pero la labor ante su lote fue silenciada. Mismo resultado obtuvo Torre.
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