“Que gane el mejor”
La trillada frase del futbol parece, en esta ocasión, más anticuada y anacrónica que nunca porque Francia y Argentina son los mejores, no hay ni siquiera una pizca de duda sobre ello.
Y nadie puede quejarse del colofón futbolístico que ha propuesto el Mundial de Qatar: Uno de los más extraordinarios jugadores de todos los tiempos -quizá el mejor de todos- ante la gran potencia futbolística de los últimos 25 años. Así de simple.
El Francia-Argentina del domingo en el Lusail posee todo lo que podríamos soñar en una Final: Un equipo inspirado y motivado al máximo nivel por un futbolista como Lionel Messi, cuya obra se compara con la de los mejores exponentes en la historia del juego y un equipo francés potenciado por la más fina y exquisita clase de futbolistas que existe al día de hoy
Los franceses son fuertes, rápidos, inteligentes, astutos, como parte de una fusión cultural que ha generado la ola de migraciones en una nación al centro de Europa que no requiere de presentación alguna. ¿Quién es el favorito? El titubeo en la respuesta podría ser la mejor promoción del encuentro.
Argentina ha ido de menos a más y a mucho más en el torneo.
Que lejos quedó aquella sorpresiva derrota inicial ante Arabia Saudita y los 60 minutos de “sufrimiento” ante México.
Este equipo se ha reinventado, se ha fortalecido y ha crecido a la par del liderazgo y de la calidad de Messi.
Es verdad que el “10” del PSG acapara toda la atención de un cuadro donde seguramente existe más talento, como lo que he mostrado el joven delantero del Manchester City, Julián Álvarez, en la semifinal ante Croacia.
No podemos, sin embargo, alejarnos de una realidad: Esta Argentina es Messi, en la medida de lo que él haga o deje de hacer el domingo dependerán las posibilidades de un tercer campeonato del mundo.
El problema de Argentina es que enfrente tiene a uno de los mejores grupos que se puedan conformar actualmente en el futbol internacional. Francia ha superado temas de lesiones y de bajas constantes y aún así, con su segundo o tercer equipo, es capaz de competir por el título mundial.
Desde 1998, los franceses han llegado a cuatro finales y han ganado dos, convirtiéndose en la nueva gran potencia del juego.
Nadie produce mejores futbolistas que los franceses. Ni Brasil ni la propia Argentina ni Italia ni Alemania ni España ni Inglaterra.
Francia tiene la bendición de una fusión de sangre y de razas que ha canalizado a un poder futbolístico inusitado y si Argentina tiene a Messi, los franceses tienen a Mbapeé, figura descollante que el domingo podría levantar su segunda Copa del Mundo antes de cumplir los 24 años de edad.
Línea por línea, hombre por hombre, nadie está por encima de Francia.
No tengo idea de lo que pueda ocurrir el domingo por la noche en el norte de Doha porque declarar favorito a uno u a otro es aceptar un riesgo.
Espero que el futbol alcance sus niveles más impactantes porque existen varias garantías para que ello ocurra. Messi, de un lado, Mbapeé del otro, un cuadro argentino revitalizado y siempre fortalecido por un poder mental que no tiene nadie más en el futbol y un equipo francés absorto de talento por donde se la vea.
La trillada frase de “que gane el mejor” parece más anticuada aquí que en ninguna otra presentación y es que los dos, Francia y Argentina, son, indudablemente, los mejores.
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